PASIÓN FELINA
El
cabello leonado de la muchacha refulgía con el sol de la tarde. Sus pies
descalzos apenas sentían ya el dolor por las pequeñas piedrecillas y las
hierbas secas del suelo de la sabana. Tenía que correr, correr, correr. Sentía
las zancadas del felino cada vez más cerca, más cerca.
El
jeep en el que viajaba con sus compañeros había volcado ante la embestida de
varios búfalos y tan sólo ella había conseguido salir de debajo antes de que se
incendiara. Había perdido las botas y el vestido se había hecho jirones.
Su
melena flotaba al viento, el calor era insoportable, las gotas de sudor
perlaban su piel. Tenía que seguir corriendo aun sabiendo que en breve iba a
ser devorada por el enorme león que la perseguía.
Estaba
a punto de llegar hasta la sombra de un acacia tortilis, cuando sus fuerzas le
fallaron y cayó todo lo larga que era sobre el suelo arcilloso. El corazón
parecía querer salirse del pecho. El vestido blanco, sucio de polvo y rasgado,
mojado por el sudor, se pegaba a su cuerpo transparentando su bronceada
piel.
Desirée
se quedó quieta, exhausta. El león se detuvo al llegar hasta ella, sentía su
aliento sobre sus pies, sobres sus piernas desnudas. La muchacha cerró los ojos. La larga melena leonada le caía por
los hombros y descendía por su espalda
hasta casi llegar a su cintura. El león
emitió un fuerte rugido y empezó a girar a su alrededor hasta que su cabeza
estuvo frente a la de Desirée. La joven, con la cabeza apoyada en el suelo se
atrevió a abrir los ojos, sin mover ni un sólo músculo de su cuerpo. No
comprendía cómo no se había convertido ya en la cena del animal.
Unos
ojos grandes, y claros, como la miel, la escrutaban, recorrían su cuerpo palmo
a palmo. Desirée volvió a cerrarlos angustiada. "Está pensando por dónde
empezar a comerme. Aunque... igual acaba de merendarse un búfalo y ya no tiene
hambre"
El felino husmeó su
cuerpo pasando la cabeza sobre su espalda. El pelaje de su melena fue rozando
su piel. El león dio la vuelta y se colocó detrás de ella para lamerle los
pies. Unos fuertes lametones.
"Ya se ha
decidido, va a empezar por los pies" pensó Desirée, angustiada.
La lengua del animal
continuó por sus piernas hasta llegar a sus glúteos. Empezó de nuevo a
olisquearla. Desirée no sabía qué hacer, sentía el húmedo hocico del felino
sobre sus muslos. Estaba temblando de pánico. Uno de los colmillos del león se
enganchó en la tira de su tanga y al levantar la cabeza lo arrancó, dejando sus
nalgas al aire.
—¡Ay, Dios mío!
—exclamó Desirée al sentir la húmeda lengua del animal deslizarse desde su
vulva hasta su ano, una y otra vez— que este bicho me ha confundido con una
leona en celo, joder, a ver qué hago... mejor me doy la vuelta...
Poco a poco fue
girando las caderas bajo los lametones del felino que lubricaban su entrepierna
levantando el vestido hasta la cintura. Por fin consiguió quedarse boca arriba
y empezó a arrastrarse, reculando, para alejarse de él. El león se detuvo y
alzó la cabeza para mirarla fijamente. Los ojos color arena mojada se posaron
en los azules de ella.
Desirée alargó la mano
hasta posarla sobre su hocico.
—Quieto, animalito,
quieto —consiguió murmurar.
La fiera ladeó la
cabeza y estiró la enorme zarpa hasta ella enganchando el vestido con la uña y
rasgándolo. El pecho palpitante de la muchacha quedó al descubierto.
—¡Ah! —gritó asustada.
Se miró el escote, un
pequeño arañazo en su piel había dejado un hilillo de sangre. Unió con ambas
manos los jirones del vestido para tapar su desnudez. El león dio dos pasos colocándose
a horcajadas sobre ella. La larga melena rozaba su pubis, su vientre, sus
senos. De nuevo bajó la cabeza para pasar su hocico por su piel y lamerla desde
la vulva hasta las aureolas de su pecho.
"Madre mía, pues
no me está poniendo a cien, este bicho con sus lametones y sus roces. Esto me
recuerda a la bella y la bestia, o a King Kong. ¡La virgen! Y ahora... ¿qué
hago?"
Volvió a arrastrarse
intentando llegar hasta el tronco de la acacia cuando de pronto, una serpiente
se deslizó desde una de las ramas y zigzagueó sobre sus cabezas.
—¡Una mamba negra,
joder! — exclamó Desirée que en un movimiento veloz se deslizó entre las patas
del león— aquí estaré a salvo... de momento.
El felino alzó la
cabeza. La serpiente abrió la boca exhibiendo la negrura de su garganta. Con
una rapidez increible en dos zarpazos certeros el ofidio voló por los aires
hasta aterrizar en unos matorrales lejanos.
Desirée observó
boquiabierta la escena desde debajo de las fauces del león. "Uff, por los
pelos" Despacito salió de debajo y consiguió incorporarse. Se arregló como
pudo los jirones del polvoriento vestido y, de pronto, un rugido la obligó a
agarrarse a la melena del león buscando protección. Un gran leopardo había
aparecido ante ellos.
El león levantó la
cabeza observándole fijamente con sus ojos color miel. El leopardo dio dos
pasos lentos acercándose, parecían dos contendientes en el lejano oeste,
midiendo sus fuerzas con aquella mirada color canela. La piel moteada del
leopardo brillaba en tonos dorados con los últimos rayos de sol. De repente se
detuvo y emitió un rugido. La muchacha se aferró con fuerza al cuello de la
fiera y otro rugido descomunal, que retumbó en toda la sabana, salió de la
garganta del león como respuesta.
—Eso, grita más
fuerte, que tu eres el rey de la selva —animó Desirée que casi se queda sorda
ante tal estruendo.
El leopardo metió el
rabo entre las piernas, giró sobre si mismo reconociendo la superioridad del
león y se alejó.
—¡Eres el mejor, se ha
ido! —exclamó la muchacha abrazada a su melena.
Su mirada se dirigió
aterrorizada al suelo. Dos escorpiones correteaban sigilosos en su dirección.
—¡Joder, joder, joder!
—de un salto subió a lomos del felino— aquí una no está a salvo ni en el suelo.
Desirée se agarró fuertemente al cuello
del león, sus brazos estaban casi ocultos por la melena del animal que se dejó
cabalgar sin oponer resistencia. Dio un par de zancadas y enseguida se puso a
correr, cada vez más deprisa. La muchacha, a horcajadas sobre él, se dejó
llevar. Una sensación inefable de libertad salvaje la envolvió. Su larga melena
leonada se confundía con la del felino y flotaba al viento. Escondió la cabeza
en su cuello y escuchó el latido de su corazón, tan fuerte, tan vibrante. Podía
sentir bajo su pecho cada milímetro de su
musculatura robusta y vigorosa moverse con precisión. Con el vestido rasgado estaba piel con piel
con el animal. El roce del pelaje con su pubis la excitaban enormemente. Su
vientre cabalgaba a lomos de aquella fiera salvaje de la que escapaba hacía
unos minutos y a la que ahora se aferraba para sobrevivir. Sus senos se dejaban
caer sobre su espalda uniéndose a ella, notó la erección en sus pezones y le
abrazó con más fuerza. Sus piernas hacían presión para no caerse. Empezaba a
dolerle el roce del pelaje sobre su vulva pero era tal la excitación que sentía
que no le importaba lo más mínimo. El sol se estaba poniendo en la sabana y la
tierra tenía un tono anaranjado y cálido.
El león fue aminorando la marcha hasta
detenerse al lado de una gruta excavada en la montaña. Agachó la cabeza y entró
en ella, dio un par de vueltas y se tumbó en el suelo de piedra.
Desirée se quedó por unos momentos sin
saber qué hacer, seguía a horcajadas sobre el león. Muy despacio deslizó una de
sus piernas hacia el mismo lado que la otra y con un pequeño salto bajó al
suelo. Sus pies desnudos notaron la humedad de la piedra. Allí dentro no hacía
tanto calor. Fuera, tan solo la luna iluminaba la noche. Se acercó a la entrada
de la gruta, el cielo tenía millones de estrellas pero una gran cantidad de
sonidos extraños y amenazadores la hicieron volver hacia dentro. Sus ojos
azules se clavaron en los de color miel del león, que emitió un débil rugido
moviendo la cabeza.
La muchacha se mordió los labios. La
luz de la luna iluminaba su figura, sus cabellos revueltos cayendo sobre los
hombros, la curva de sus caderas casi desnudas, los senos voluptuosos entre los
jirones del vestido roto, el vientre terso, el pubis rasurado y enrojecido. El
león parecía contemplarla con deleite entornando los ojos. Poco a poco se
acercó a él, estaba exhausta. Se acurrucó a su lado, ya no sentía miedo,
necesitaba que la protegiese de tanto bicho y tantos peligros.
El león apoyó su zarpa sobre el pecho
desnudo de la joven, el roce de su pelaje en su espalda y en sus nalgas la hizo
vibrar de nuevo. ¿Cómo se sentiría una leona? Había visto tantos documentales
sobre los leones...
El
felino rozó su cabello con el hocico. Ella se giró hacia él y metió la mano en
su melena.
"Ay, Dios, cuando cuente esto en
la oficina no se lo van a creer, van a flipar en colores" pensó Desirée
mientras estiraba los brazos hacia atrás, mostrando al león la turgencia y
exuberancia de sus pechos. La zarpa del león bajó hasta sus caderas y su lengua
empezó a lamerla tiernamente, despacio, una y otra vez. Sus pezones se erizaron
de nuevo con la tibieza de su humedad, su vientre se arqueó. El león fue
bajando hasta su vulva, su clítoris, endureciéndolo hasta límites
insospechados, subiendo a raudales la pasión sexual en un torrente de flujo que
se derramó en la entrepierna de la muchacha, llevando el éxtasis hasta su
culminación. Un fuerte orgasmo la sacudió de los pies a la cabeza.
Desirée abrió los ojos arrobada y
sonrío. Se incorporó quedando sentada y tomó entre sus manos la cabeza del león
para mirarle a los ojos.
—¡Qué bello eres! Sólo me faltaba
enamorarme de ti, a ver cómo hago para mandarte whatsapps o agregarte al
facebook...
El león levantó las patas delanteras y
bostezó abriendo tanto las fauces que la cabeza de la muchacha podría haber
desaparecido de un sólo mordisco.
—Yo también tengo sueño —añadió la
joven, tumbándose en el suelo y apoyando la cabeza en uno de sus brazos—
lástima que... sin almohada, bueno una de tus zarpas tan mulliditas me servirá.
Pero el felino no parecía tener sueño,
se levantó del suelo y rodeó a la muchacha, el aire de la cueva estaba
impregnado de olor a sexo, de olor a hembra.
Desirée contuvo la respiración al
sentir el cuerpo del león sobre ella rozando con el pelaje su espalda, las
patas delanteras estiradas, colocadas a la altura de su cintura. Lo había visto
muchas veces en los documentales cuando se apareaban. ¡Pero ahora la leona era
ella!
Las fauces de la fiera agarraron entre
sus colmillos la melena de la muchacha, mientras sus patas traseras se pegaban
a sus nalgas. El corazón de la muchacha latía aceleradamente. Los penes de los
felinos tienen unos pequeñas espinas de un milímetro que rozan al vagina de la
hembra.
"¡Ay Dios, me va a hacer
daño!" pensó rápidamente notando el falo del felino buscando y
restregándose por su vulva "Esto si que no se lo van a creer mis amigas,
pero... bueno... una experiencia más. A ver cómo se lo explico a mi ginecólgo"
—¡Oooh, joder, joder, joder! — exclamó
la muchacha al sentir la verga del macho penetrando en su vagina. Un placer
brutal la envolvió abandonando su cuerpo al empuje de la bestia que se
adentraba una vez, dos, con movimientos contundentes y fuertes. Estaba
totalmente aprisionada entre sus patas, con la cabeza del felino sobre la suya
agarrando y tirando de sus cabellos con las fauces y su vientre pegado a las
nalgas transmitiendo los movimientos compulsivos del apareamiento, apretando y
friccionando sus glúteos. El dolor que producían las pequeñas espinas de su
pene presionando sobre las paredes de la vagina exacerbaban aún más la
excitación, el placer bestial. Los testículos de la fiera golpeaban su clítoris
inflamándolo.
El felino paró unos instantes para
seguir con tres fuertes embestidas y soltar sus cabellos para rugir. El cuerpo
de Desirée se contorsionó con un fuerte espasmo. Un sollozo de dolor y placer
escapó de su garganta. Un orgasmo feroz y salvaje explotó en cada célula de su
piel. El león empujó de nuevo y una sucesión de espasmos convulsionaron el
cuerpo de la muchacha agitándolo en contracciones sin control hasta dejarla
inconsciente.
Unos besos en el cuello y en la boca la
hicieron volver en si.
—Me encanta llegar del trabajo y
encontrarte echando la siesta en el sofá —escuchó susurrándole al oído.
Desirée entreabrió los ojos y ,asombrada,
miró a Pablo, su novio, que estaba sobre ella.
—¿Y el león?
Pablo giró la cabeza hacia la tele y se
echó a reír.
—Ja ja, ahí lo tienes. Siempre te
quedas dormida con los documentales de la dos.
La muchacha volvió los ojos y... allí
estaba su león, apareándose con una leona. Su mano se deslizó hasta su tanga,
estaba totalmente empapada.
La mirada de Pablo se desvió hacia le
entrepierna de la muchacha.
—¡Vaya , vaya! ¿qué escondes por aquí?
—dijo metiendo la mano bajo el tanga y palpando la humedad— bueno, bueno, esto
está diciendo ¡Cómeme!
La boca de Pablo se perdió entre los
voluptuosos senos de la joven que asomaban por la blusa. La acabó de
desabrochar y bajó con sus labios por su vientre, arrastrando el tanga piernas
abajo con los dientes. Desirée se estiró en el sofá .
—Mmmm. —murmuró excitada, metiendo los dedos en los mechones negros de
su novio, mientras él succionaba sus erizados pezones.
Pablo se levantó, se quitó la ropa y la dejó sobre la mesa, al lado de dos
billetes de avión para Tanzania. Se tumbó sobre su novia y la penetró con
pasión y vehemencia.
Desirée cerró los ojos. Allí estaba la
mirada cálida, color miel de su león, escrutándola, embistiéndola con su miembro de espinas, haciéndola estallar de
placer. y ahora podía escuchar su voz.
—Me enloquece poseerte, princesa,
siempre eres mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario