miércoles, 13 de mayo de 2009

ALEJANDRA






Como todas las mañanas...
- ¡Buenos dias!. Un café.
Como cada mañana Alejandra, con su mirada altiva, le sirve un café detrás de la barra de la cafetería de la estación. La ve deslizarse entre las mesas con la elegancia de una princesa; fijar la vista en un punto lejano elevando la cabeza. Con la gracia de Grace Kelly, gira su estilizado cuello para mirar a los clientes que llegan presurosos a tomar algo, antes de iniciar su viaje.
“ Tiene aire de princesa egipcia”- piensa Pablo, mientras apura su café antes de tomar el tren de las siete de la mañana.
Alejandra desvía la mirada hacia el horizonte donde el sol se despierta sobre el mar. Cada mañana la misma rutina, devuelve el cambio al viajero que acaba de tomarse el café y sus pupilas se encuentran por un momento con aquel mar agitado que son sus ojos verdes. La misma sonrisa en los gruesos labios del hombre que se despide con un: ¡Hasta mañana!.
Alejandra le sigue con la mirada hasta la puerta que da al andén, tiene una amplia espalda y es muy alto. El se gira entonces y ella aparta la vista.

Pero es varias horas más tarde cuando Pablo vuelve a verla en un ambiente totalmente diferente, casi no la reconoce. Ha empezado hace una semana a ir a un nuevo gimnasio, está corriendo en la cinta, y le resbala el sudor por la frente y el pecho. De pronto, la ve llegar y entrar en la clase de danza del vientre. ¡Vaya, que casualidad!! Viste un top negro muy cortito, que deja ver un vientre terso y firme adornado por un piercing en el ombligo, una especie de diamante de color esmeralda, y en las piernas unas mallas negras hasta el tobillo. Entra en la clase y se coloca un pañuelo de flecos con medallitas doradas alrededor de las caderas.
Pablo se queda hechizado por aquella cintura que empieza a cimbrear elástica y flexible. Observa un precioso tatuaje en su bronceada espalda. Las caderas se balancean voluptuosamente y el pecho parece tener vida propia, ni Sakira se mueve tan bien. Sigue corriendo en la cinta notando la excitación en su miembro, sube la velocidad a medida que va subiendo el ritmo vibrante de la música en la clase del otro lado del cristal.
“Se mueve como una serpiente” piensa Pablo mientras la imagina desnuda moviéndose sobre él, marcando el ritmo de la música con el vientre sobre su pelvis.
La clase acaba con una vibración de todo el cuerpo, que aturde a Pablo, no puede dejar de correr, el bulto que marca su miembro no pasará desapercibido si baja de la cinta. “A buenas horas se me ocurrió comprarme un pantalón elástico”
Unos minutos de relajación y la clase finaliza. Las muchachas empiezan a salir. Pablo para la cinta y se seca el sudor con la toalla. Para disimular su excitación la coloca, como al descuido sobre la protuberancia de su bajo vientre, y se dirige a ella, para saludarla.
- ¡Hola, qué casualidad, tú por aquí!!
Alejandra le mira intentando reconocerle.
- Me suenas, pero... no sé de qué...
- En la cafetería, por las mañanas...
- Ahh, si- unos ojos muy abiertos y una sonrisa- ahora caigo.
- Soy Pablo- se presenta alargando la mano que tiene libre.
Alejandra se la estrecha y sonríe entornando sus profundos ojos negros.
- Hola Pablo.
- Hola Alejandra, bueno, tu nombre ya lo sabía, lo pone en la chapita que lleváis.
- Si, si- contesta Alejandra intentando rescatar su mano que ha quedado atrapada entre los fuertes dedos de Pablo.
Los ojos del joven se desvían hacia su escote donde unos senos firmes y turgentes, aprisionados por el top, brillan incitantes mojados por el sudor.
- Bueno pues... –interrumpe Alejandra, azorada por la inquietante mirada.
- Ehhhh, si, ¿te vas ya? hace un ademán involuntario con la toalla, y... esta vez son los ojos de Alejandra los que se desvían hacia el enorme bulto de su pantalón.
Pablo se da cuenta y, nervioso, vuelve a ocultar su excitación con la toalla.
- Voy... voy a ducharme ahora- murmura Alejandra.
- Sí, si, yo también voy a pegarme una ducha... Venga, hasta... hasta mañana.- “Una ducha fría” piensa Pablo mientras la ve alejarse.


Al día siguiente, por la mañana Alejandra le ve aparecer. No puede evitar sentir un cosquilleo bajo su vientre, ha pasado toda la noche soñando con aquella enorme protuberancia de su pantalón. Se acostó inquieta y los brazos de Morfeo se encargaron de transportarla a los fuertes brazos de Pablo.
- Buenos días Alejandra- una sonrisa y unos apasionados ojos verdes que se clavan en los suyos.
- Hola Pablo. ¿Un café?.
- Si, gracias.
Pablo se queda ensimismado agitando el azúcar con la cucharilla, sus ojos se detienen en la guinda verde de una de las ensaimadas que hay tras el cristal, en la vitrina de las pastas. Y... de repente... la guinda se transforma en la piedra esmeralda que decora el ombligo de Alejandra, su vientre está allí sobre la barra de la cafetería moviéndose como una serpiente, culebreando, al ritmo de la música, su pelvis se eleva con una cadencia sensual, baja y sube, sube y baja, baja y se pega a la barra, sube y su espalda se arquea, una y otra vez, rítmicamente, su pubis sube y baja tapado únicamente por el fino pañuelo verde de flecos y un diminuto tanga de encaje blanco que destaca sobre su bronceada piel. Sube y baja, arquea la espalda, sube el pubis. Pablo alarga el brazo y... recorre con los dedos aquella tersa llanura que forma su vientre, la piel de Alejandra se estremece con el contacto. Los dedos del joven empiezan a bajar y retiran el pañuelo para rozar el suave encaje del tanga, acaricia la parte interna de los muslos, los remonta hasta llegar a las rodillas, baja por la pierna, acaricia los pies desnudos que descansan sobre el frío mármol. Inicia de nuevo el camino de retorno hacia su pubis, despacio, casi sin tocar su piel. La muchacha sigue moviendo su vientre, al ritmo de la música sobre la barra de la cafetería. Están solos, no hay nadie más, tan sólo la suave brisa de la mañana y la música oriental, inundan la estancia.
Pablo detiene sus dedos en el monte de venus. Alejandra gira la cabeza y le mira.
Los labios de Pablo rozan su boca, deleitándose con aquella suavidad, le acaricia los cabellos negros que caen en desorden sobre la barra, la huele, huele... a diosa. Su mano asciende por el pecho, y sus dedos recorren el borde del sujetador y se adentran para acariciar sus pezones, duros y erizados. Un pecho que sigue moviéndose, arrebatadoramente sensual...
Alza la mirada y....
- Vas a perder el tren.
La voz de Alejandra le hace volver a la realidad, mira hacia el andén, su tren ya está estacionado.
- Gracias, hasta..., hasta luego.
Apura el café y sale corriendo.
Alejandra apoya la espalda en la pared, la mirada de Pablo la ha hecho estremecerse hasta la última célula de su piel, siente su sexo húmedo, excitado. Se seca las manos en el delantal, mientras su vista se pierde tras el último vagón del regional expres. Por unos momentos la cafetería se ha quedado vacía. Sale de detrás de la barra y empieza a recoger las mesas, deja los vasos sobre el mármol y... se detiene un momento, cierra los ojos. Las manos de Pablo están allí sujetándola por las caderas, siente la dureza de su miembro entre sus glúteos. Su boca la besa en el cuello, la muerde.
- Te deseo- le dice al oído.
En un impulso apasionado sus dedos desgarran su blusa, rompiendo los botones y aprietan sus pechos. Alejandra echa la cabeza hacia atrás y se deja hacer. Las manos hábiles de Pablo bajan por su cintura y se deslizan por su vientre, en unos momentos los pantalones de Alejandra caen hasta sus tobillos. El joven la voltea y la besa agarrándola por los cabellos y la cintura, devorando sus labios. Como si fuera una pluma la levanta del suelo para sentarla en la barra. Acaba de quitarle los pantalones, los zapatos. Le acaricia los pies desnudos, los pone sobre su pecho mientras sus manos van subiendo por sus tobillos, sus piernas, las abre y se coloca entre ellas, se acerca a su ombligo, donde centellea aquella piedra esmeralda, Alejandra enreda sus dedos en los cabellos negros de Pablo mientras la canción de Better in Time de Leona Lewis, suena en el hilo musical. La lengua del muchacho acaricia su vientre en círculos alrededor del piercing y va subiendo hasta su pecho. Con destreza desabrocha el sujetador y se deshace de él y de la blusa. Su cabeza queda atrapada entre los senos de Alejandra, que sigue extasiada, abrazada a él mientras Pablo le lame los pezones, las aureolas y sus manos aprietan sus caderas, atrapan su tanga, la muchacha eleva los glúteos y ayudándose de la boca, Pablo consigue dejarla completamente desnuda. Sus manos acarician ahora sus muslos y se deleita saboreando el flujo que moja la entrepierna de la muchacha, que cierra los ojos y arquea la espalda para sentir su lengua en sus labios mayores, menores, adentrándose en su vulva. Con rápidos movimientos, Pablo, se va quitando la ropa. La enlaza por la cintura y la baja al suelo. Alejandra queda alucinada al ver su pene enorme, grande y rígido acercándose a su vulva, empujando sobre su clítoris, mojándose en su flujo, sus manos se enlazan tras el cuello de Pablo, y sus piernas se elevan de nuevo, de un salto se coloca a horcajadas sobres sus caderas, un grito escapa de su boca al sentir su enorme verga penetrándola con decisión, sus brazos la levantan y la sujetan por las caderas como si fuese una muñeca, mientras la embiste una y otra vez con fuertes golpes de pelvis. Un intenso orgasmo la hace estremecerse. Pablo la tumba sobre una de las mesas y la sigue penetrando mientras acaricia sus pies, los lame, los mordisquea, una intensa sacudida de todo su cuerpo, seguida de otro orgasmo que la deja sin aliento. El joven la levanta de nuevo y la voltea dejándola apoyada en la barra, para penetrarla desde detrás, una y otra vez, hundiendo su falo en su vagina, cogiéndola del cabello, mordiéndole los hombros, apretándole el pecho. Alejandra siente la frialdad del suelo en sus pies y el calor de la pasión del pecho de Pablo en su espalda, la fuerza de su manos apretando sus pezones, pellizcándolos, su dedos agarrando sus cabellos para devorar su cuello, su falo eyaculando dentro de su vagina, recorriendo con su semen sus rincones más secretos, arrancándole un orgasmo bestial que la hace sollozar de placer.
Pablo recorre ahora con ternura su pecho, acaricia su vientre, continúa moviéndose dentro de ella, que sigue apoyada en la barra, con las piernas temblando. La besa en los hombros, en el cuello, aferrado a su cintura. Alejandra abre los ojos al escuchar abrirse la puerta de la cafetería que da al andén.
- He perdido el tren. ¿Me pones otro café?.

Emitido por radio en el programa Calents y contents, en ona cat fm el 8 de Mayo de 2009:http://www.ona-fm.cat/calents.asp : Blocaire calenta: Rebeca 8.5.09)